Los Charlotte Hornets más atractivos, los de Muggsy Bogues, Larry Johnson y Alonzo Mourning

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Un trío icónico de los 90. Puede decirse que es hasta un tesoro escondido para muchos seguidores de la NBA. Tan memorables por su juego y la diversión que desataban, como la descompensación de altura que había entre ellos. Los Charlotte Hornets de comienzos de 1990 eran considerados rompedores por su juego ofensivo y la juventud de sus piezas.

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Larry Johnson y Alonzo Mourning eran las estrellas, junto a Muggsy Bogues que era la otra cara reconocible. El base todavía ostenta el título de ser el jugador más bajito en jugar en la liga con su 1,60 de altura. Muggs, LJ y Zo. Carismáticos y molones hasta dar rabia. Y tan excitantes que, antes de comprobar un éxito real, se terminaron. Esos Hornets intensos y divertidos, tanto que duraron un suspiro.

Los inicios de los Hornets

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Después de años maquinando la llegada de una franquicia de Charlotte a la NBA, los Hornets fueron una realidad con su entrada en 1988 junto a los Miami Heat. En el Draft de Expansión del 23 de junio de aquel año se hicieron con el propio Bogues desde los Bullets y con otra pieza importantísima para la historia del equipo: Dell Curry en la segunda elección. Pocos días después, Rex Chapman era el elegido en la octava selección del Draft.

Tras un par de años para ubicar su núcleo y probar a entrenadores como Dick Harter o Gene Littles, la primera muestra de mejora se produjo en la 1991-1992. Tras las 20, 19 y 26 victorias de los tres cursos de apertura, las apuestas por Kendall Gill (pick 5, Draft 1990) y, en especial, Larry Johnson (pick 1, 1991) daban sus frutos. Ya con el exjugador Allan Bristow a los mandos del equipo.

El Draft permitía a los Hornets reforzar el núcleo de un equipo que empezaba a gustar. Los diseños del parqué, las chaquetas y las equipaciones gustaban. Eran atractivos, jóvenes y jugaban rápido. Las victorias no llegaban, pero hoy en día hubiesen sido de los favoritos para escoger en el NBA 2K y disfrutar de la reconstrucción. Y ellos dieron un paso adelante salvaje con otro pick, el de Alonzo Mourning en segunda posición en 1992.

La temporada de la diversión

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Era 1992. La ilusión se respiraba en el Norte de Carolina. Era difícil decidir qué equipo joven gustaba más: si los Hornets de la NBA o los Tar Heels de la NCAA, aunque desde luego los segundos tenían el seguimiento del estado. Larry Johnson, 23 años, Kendall Gill, 24, Muggsy Bogues, de 28 pero un tamaño de niños entre gigantes, los 22 del rookie Alonzo Mourning y otros 28 para Dell Curry. La rotación la completaban Johny Newman, David Wingate o Kenny Gattison, todos por debajo de los 29.

Aunque el comienzo de 2-4 aventuraba otra temporada de lento crecimiento, los Hornets rápidamente dieron la vuelta a la situación. Cinco victorias seguidas, algunas de enorme anotación, como los 134 puntos contra Dallas el 17 de noviembre. Y esa fue la tónica de la temporada. Ya habían sido un equipo veloz, pero ese año además sumaron el saber ganar. El desplegar un ataque de élite.

Si en la 1991-1992 se encontraban entre las 10 peores defensas y su ataque apenas alcanzaba el promedio de la liga, en la 92-93 se colaron entre los 10 mejores ataques y su defensa se acerco a la mitad de la tabla. Solo ellos y unos Kings que terminaron con 57 derrotas superaron las 100 posesiones por noche. Jugaban más rápido incluso que los Suns de Charles Barkley.

Fue la mejor temporada de Big L. Larry Johnson promedió 22,1 puntos, 10,5 rebotes y 4,3 asistencias como cuatro titular, al lado de un Mourning que, ya como novato, demostró esa garra y potencia en la pintura. El producto de Georgetown firmó un curso rookie de 21 puntos, 10,3 rebotes y 3,5 tapones que solo la barbaridad de Shaquille O´Neal pudo superar en la carrera por el Rookie del Año.

Mientras Johnson y Mourning anotaban y patrullaban la pintura, Bogues dirigía al equipo pese a consumir poco balón. Apenas miraba al aro y siempre a sus compañeros. De hecho, solo en tres de sus 14 temporadas promedió más de 10 puntos por encuentro. Y en sus nueve años y medio en Charlotte promedió el mismo número de puntos (8,8) que de asistencias (8,8). Jugador de equipo.

Gill daba puntos y velocidad en las alas, mientras Curry era uno de los especialistas de la época desde el exterior. Se fue a 15,3 puntos desde el banco con un 40% en triples, aunque su mejor curso sería el siguiente, cuando ganó el premio a Sexto Hombre del Año mediante sus 16,3 tantos y un 40% en triples con 4,6 intentos en 26,5 minutos.

La temporada regular fue una auténtica fiesta. Los Hornets pasaron de un 31-51 a un 44-38 que les clasificaba a Playoffs por primera vez en su historia. Larry Johnson fue el jugador que más minutos jugó en la temporada y recibió el reconocimiento de formar parte del segundo equipo All-NBA. La locura en Charlotte estaba desatada, aunque todavía quedaba lo mejor.

En Primera Ronda aguardaban los Celtics de los veteranísimos Kevin McHale y Robert Parish. Un equipo con fondo de armario, dos estrellas al término de su carrera y juego opuesto al de los Hornets. ¿Y qué hizo Charlotte? Imponer su ritmo. Pese a ganar menos que ellos en temporada regular y tener el factor cancha en contra, solo permitieron a los verdes llevarse el primer duelo. Charlotte ganaba tres seguidos, dos de ellos por un punto de diferencia, y alcanzaba las Semifinales del Este.

La recompensa fue enfrentarse a los Knicks de Pat Ewing. Lo intentaron. Compitieron todos los encuentros con excepción del primero. Imprimían su claro estilo y disponían de figuras físicas pese a tener claras lagunas defensivas. Cayeron 4-1, fueron una de las sorpresas más agradables de la campaña y ganaron miles de aficionados en el país. Los Hornets molaban.

El suspiro de la ilusión

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Apenas pudieron disfrutar los aficionados de aquel prometedor equipo. La fe depositada en la pareja formada por Johnson y Mourning no trajo mayores alegrías que la del 93. El Charlotte Coliseum repitió como el pabellón de mayor asistencia en la NBA, pero las victorias cayeron a 41 y el equipo se quedó sin Playoffs. Gill salió traspasado, Larry Johnson tuvo problemas físicos y Mourning debutaba como All-Star.

La 1994-1995 fue la despedida de aquel proyecto. Aunque a nivel individual, ni Larry ni Zo tenían los registros de los años anteriores, los Hornets fueron más solidos. Jugadores como Hersey Kawkins, Scott Burrell o el propio Robert Parish daban solidez. Repitieron en el top 10 de mejores ataques y, aquí la mejora, fueron la 9º mejor defensa de la NBA. Ganaron 50 partidos y perdieron 32, la tercera mejor temporada de la historia de la franquicia, por entonces, su mejor.

Pero en Playoffs chocaron con los Chicago Bulls. Toni Kukoc había explotado en la NBA y contaban con el regreso de Michael Jordan, que había anunciado su regreso pocas semanas antes. MJ les trituró con 32,3 puntos, 6,5 rebotes y 5,8 asistencias en los cuatro partidos que aguantaron. Y ese fue el final.

El verano de 1995 supuso el traspaso de Mourning a Miami por sus diferencias con Larry Johnson. Así se rompía una de las parejas interiores más prometedoras de toda la liga, a la que se la auguraba un excelente futuro de seguir unidos. Se quedaron fuera de Playoffs en el 96 pese a la llegada de Glen Rice y Bristow salió del banquillo en favor de Dave Cowens. Vieron que era el momento de reconstruir.

Larry Johnson había firmado una extensión de 12 años y 84 millones en 1993. Parecía intocable, era la gran estrella de la franquicia. Es más, habían optado por quedárselo y traspasar a Zo. Pero traspasaron también a Larry en julio del 96, en dirección New York Knicks a cambio de Anthony Mason, jugador que apenas disputaría tres años en los Hornets y que, pese a su buen papel, quedaba lejos de ser Big L. Puede argumentarse que la directiva consiguió quitarse el contrato, pero el movimiento fue muy doloroso para la afición.

La salida de Bogues se daría en noviembre de 1997, traspasado a los Warriors por BJ Armostrong, base de los Bulls que eliminaron a Charlotte en Playoffs un par de años antes. La directiva hizo una reconstrucción competitiva, quizás con decisiones cuestionables. Eso sí, la esencia estaba totalmente perdida. Ese ritmo y la diversión de 1993 parecían de una década anterior. Seguían siendo un ataque élite, pero ahora como uno de los 10 conjuntos más lentos.

La peor decisión fue sin duda la de la noche del Draft de 1996. Querían ganar y mantener las gradas llenas, por eso pusieron en el mercado su elección del Draft, la 13º de Primera Ronda. Jerry West, desde las oficinas de los Lakers, hizo una llamada y propuso un acuerdo: darían al pívot Vlade Divac si ellos elegían a un chavalín de instituto llamado Kobe Bryant. Aceptaron sin dudarlo.

En su favor decir que nadie en aquella época esperaba que Kobe terminase siendo lo que fue. Incluso quién sabe si con los Hornets se hubiese convertido en la estrella que llegó a ser. Más allá de todo esto, tuvieron en sus manos al mayor talento de la generación del 96 y le traspasaron por un Divac que jugó dos temporadas en Charlotte y se marchó como agente libre a Sacramento.

Pese a las cuestionables decisiones de después, ese equipo de 1993 siempre permanecerá en el recuerdo. Disfrutaban y hacían disfrutar. El techo que se veía en ellos era enorme, aunque jamás pudieron alcanzarlo juntos. Los Hornets de Muggs, LJ y Zo. Carismáticos y molones hasta dar rabia

Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.

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