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El mito Michael Jordan y el niño que idolatró un fantasma, LeBron James

Jordan, LeBron

Michael Jeffrey Jordan y LeBron Raymone James Sr. Las dos figuras que, por encima de cualquier otra, explican la historia moderna de la NBA. El primero es un icono global. Casi con seguridad el mejor jugador de baloncesto de la historia. Un héroe deportivo que trasciende al propio mundo del deporte. Una divinidad que está por encima del bien y el mal. Su legado permanece impasible al paso del tiempo. Su carrera profesional representa la película soñada por cualquier individuo.

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Aterrizó en la Liga en plena década de los 80. La que transformó a la NBA en la competición global y admirada que hoy en día es. Una trayectoria notable por la universidad y una espera de siete temporadas hasta que logró el anillo. El testigo de la rivalidad Lakers-Celtics, encarnada en dos mitos que representaban las dos Américas como eran Larry Bird y Magic Johnson, lo cogió él solito.

Michael Jordan

Los 90 son Michael Jordan. Tal era su magnetismo que una época marcada por las defensas, el juego duro y la caída en anotación (ingredientes contrarios al concepto de espectáculo en el mundo actual, marcado por la era tecnológica y donde la oferta de entretenimiento es casi más diversa que la propia población mundial), ha quedado para la historia enmarcada en los dos threepeats de los Chicago Bulls. El equipo de todos. Una plantilla, por cierto, repleta de talento, escuderos de lujo (véase Scottie Pippen) y jugadores de rol de lo mejorcito de la Liga en lo suyo. La competencia era máxima, por supuesto. Hakeem Olajuwon, un pívot dominante como pocos, solo pudo reinar durante la primera ausencia de MJ. Una pareja irrepetible como la formada por John Stockton y Karl Malone se quedó sin el anillo.

La tiranía de Chicago y His Airness, su Majestad, fue tal que acumuló seis campeonatos en seis apariciones en las Finales entre 1991 y 1998. Un matrimonio que tuvo un punto final tan inolvidable como perfecto. El último minuto de Michael en el sexto partido del 98 en Salt Lake City queda guardado bajo llave en el museo del siglo XX. Aunque este no fue el final de la historia. Tres campañas sin jugar hasta que, a los 38 años y ya entrados en el nuevo milenio, decidió volver. Por tercera vez. ¿Se imaginan un anuncio semejante en plena era de Twitter?

Obviamente el dominio de Air no fue equiparable al de su plenitud física, pero demostró estar aún a la altura de los mejores de la siguiente generación. Una, la de los Kobe Bryant, Shaquille O’Neal, Steve Nash, Allen Iverson o Tracy McGrady, que ejerció de enlace con la llegada de la modernidad a la NBA. Un nuevo alumbramiento que llegó de la mano del Draft 2003. Una ceremonia que tuvo lugar apenas un mar de meses de la retirada definitiva de Michael Jordan. Una clase repleta de calidad cuyo cabecilla era un niño llegado de Akron y aterrizado directamente desde el instituto. Nos referimos, evidentemente, a LeBron James.

Jordan, LeBron

Un auténtico fenómeno convertido ya en ídolo antes siquiera de convertirse en profesional. The Chosen One, el Elegido, le apodaron. Las malas lenguas (“es sólo físico”, ¿se acuerdan?) veían en él la enésima versión de joven prometedor que acabaría fracasando consumido por la enorme presión de tener que soportar las comparaciones con el más grande de todos los tiempos. Un Jordan, no olvidemos, cuyo legado e impacto en el juego estaba mucho más reciente cuando LeBron desembarcó en la Liga.

El impacto de King James en la NBA fue inmediato, pero necesitó años para desprenderse esa etiqueta de jugador fracasado que le perseguía. En sus inicios, sus maneras y juventud hicieron aún aumentar el ejército de haters de LeBron. Más que las decisiones en sí, las formas no le acompañaron. En la retina de todos está el célebre de The Decision. Aquel programa de televisión en directo en que anunció que trasladaba sus talentos a South Beach y del que años después expresó su arrepentimiento. Jugó con la ilusión y la esperanza de la gente de su Ohio natal como si fuera un niño rico y malcriado.

Una mala prensa que perduraba. Más aún después del batacazo de los Heat en las Finales de 2011. Una derrota que, con perspectiva, bien podríamos entender como el punto de inflexión en su carrera. Por fin, tras nueve años de espera pero con la misma edad que Jordan en su día, llegó el primer campeonato. Fue en 2012. Un año después repitió éxito. Tenía en la mano el enlazar también tres anillos consecutivos. Pero los Spurs le dejaron de nuevo en la lona. Pero esta vez, la derrota se entendió de otra manera. Su juego evolucionó. Su dominio y control en todas las facetas comenzaron a descubrir a una cabeza privilegiada para este juego, más allá de unos atributos físicos propiamente inhumanos. Una transformación que se produjo al mismo tiempo que comenzaba a meterse a la opinión pública en el bolsillo.

LeBron James, Michael Jordan

Un lavado de imagen que fructificó con una portada de Sports Illustrated: “I’m coming home’. Regreso a casa. El chico de Akron tenía una misión que cumplir con Ohio. La aparición de los Warriors en la Conferencia Oeste, uno de los mejores equipos de siempre hizo el resto. Humanizó a LeBron. Le dotó de una narrativa que le acercaba a la gente. Verle pelear prácticamente él solo a tumba abierta en 2015 con Golden State cambió para siempre el relato. Una época en la que las críticas (por pura envidia) están a la orden del día. Pero a LeBron ya se le respetaba de verdad como lo que era y es. Un jugador único. En 2016, obró en consonancia con Kyrie Irving la mayor remontada jamás imaginada en una serie final. Su “Cleveland!!!” desde lo más profundo de sus entrañas sellaba la promesa. Había cumplido el reto.

Mi motivación es perseguir ese fantasma. El fantasma que jugó en Chicago”, reconocía en el verano de 2016. Un Jordan que marcó su infancia. Un Jordan que fue el ídolo de un crío de Akron que vivió una infancia dura y adversa . Un Jordan que marcó al LeBron que hoy en día se define como “más que un deportista”. De ahí la emoción que transmitía la imagen de The King en el banquillo cuando anoche acaba de superar a His Airness en la lista histórica de anotadores. “ Gracias, MJ”, llevaba escrito en las zapatillas con las que logró el hito.

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Dos jugadores a los que inevitablemente se les seguirá comparando. Aunque de vez en cuando quizá convenga observarles de otra manera. Como las dos figuras que han marcado la era dorada de la NBA. LeBron Raymone James Sr. y Michael Jeffrey Jordan.

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