La irremediable condición del ser: el último partido de Juan Carlos Navarro en la NBA

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El erotismo y magnetismo que desprende la NBA ha cautivado a los jugadores europeos desde hace décadas. Desde los casos de Dino Meneghin, Krešimir Ćosić o Dražen Dalipagić por la normativa del profesionalismo imperante en sus épocas sin olvidar las tardías llegadas de Sarunas Jasikevicius o Arvydas Sabonis. Todos esos nombres comparten algo en común y es un dilatado palmarés en el Viejo Continente que les infundió la sensación de etapa acabada, como si no quedase nada más que conquistar en Europa. Las estrellas del deporte son competidores por naturaleza, ávidos de nuevos retos y no hay nada más grande que conquistar lo desconocido, que probar su valía en aquel lugar conocido como la mejor liga del mundo. Eso mismo fue lo que Juan Carlos Navarro pudo llegar a pensar cuando finalmente pudo hacer realidad una de las metas de su carrera como era llegar a la NBA.

Renunciar a ser uno mismo para convertirse en aquello que el resto esperan de uno mismo puede suponer un calvario difícilmente superable. Desprenderse de la ornamenta que te ha acompañado desde el inicio y que ha marcado tu día a día. La eterna lucha por mantener la esencia en momentos de cambio, que hacen replantearse totalmente el qué, el porqué y el cómo de todo aquello. 

“Es mi momento. O voy ahora o nunca sabré cómo es”, debió de pensar Juan Carlos Navarro en aquel verano de 2007. Pero aquella operación no era tan fácil como rellenar la maleta y coger el primer avión, requería de burocracia y calma. Navarro había sido elegido en el puesto número 40 del draft de 2002 por los Washington Wizards, quienes todavía en aquella temporada poseían sus derechos. Quedaba por cerrar, además, su salida del club de toda su vida y que ponía cifras desorbitadas para que Navarro cruzase la última frontera. Un horizonte que sombreaba un desenlace descorazonador para un jugador que había ganado absolutamente todo en el Viejo continente a sus 28 años.

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Finalmente, un 3 de agosto de 2007 los Memphis Grizzlies hacían oficial el sueño del chico de Sant Feliu de Llobregat. Juan Carlos partiría rumbo a Tennessee para jugar junto a su hermano en la cancha: Pau Gasol. Un panorama idílico, difícilmente mejorable para su desembarco en la NBA. El contexto hacía presagiar que este podría llegar a ser el desencadenante para el definitivo asentamiento de los Grizzlies en la zona de Playoffs.

El Navarro que llegaba a Estados Unidos era ya un jugador maduro y el punto álgido de su carrera, consciente de sus flaquezas y fortalezas. “Usaré mi rapidez y mis habilidades para intentar jugar lo mejor posible. El juego allí es físico, pero también muy rápido, con muchos tiros y salidas al contraataque, algo que va muy bien para mi forma de jugar", declaraba en aquel verano para el diario El Mundo. Su estilo era todavía desconocido para sus rivales, nada previsible y anárquico en una liga que todavía estaba sumida en un juego a media cancha, donde el triple era poco más que un recurso puntual y de especialistas, nunca una forma de vida.

Sin embargo, la realidad de la competición y el propio nivel que tenía la plantilla de Memphis en la temporada 2007-2008 con jugadores sumamente inexpertos como Kyle Lowry o Mike Conley y bombas de relojería como Hakim Warrick o ese último Damon Stoudamire. Tras 30 partidos el panorama era desolador. 8 victorias por 22 derrotas, un balance durísimo y que reflejaba la fragilidad de un equipo como los Grizzlies que se encontraban ante el abismo o el despegue del proyecto. 

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La adaptación del escolta catalán a la liga resultó más que positiva a pesar de los resultados del equipo. En esos primeros meses de competición se convirtió en el máximo triplista entre los rookies con una considerable distancia respecto a Kevin Durant y Daequan Cook y promediando 10,2 puntos y un 42% de acierto en tiros de campo. Ver a Navarro en aquel primer tramo es presenciar un perfil que tiempo adelante se convertiría en algo cotidiano como el triplista sobre bote. De haber existido en aquel 2007 una medición tan extendida de los tipos de lanzamiento y en general de las estadísticas avanzadas como actualmente, el jugador de Sant Feliu seguiría ocupando un lugar de privilegio entre los rookies. 

Ejemplo de ello sería la noche del 16 de noviembre ante los Hornets que le haría ser protagonista principal de la jornada gracias a su 8 de 9 en triples, la mejor marca en la historia de la NBA para un novato en aquel momento tras Chris Duhon en 2005 o Jason Kidd en 1995.

Un anotador certero en transición que aprovecharía como pocos las diferencias existentes entre las dimensiones del terreno de juego FIBA y NBA para representar un magnífico precedente del tiro en llegada como espaciador que a día de hoy es tan común como un lanzamiento en media distancia lo era entonces. La simplificación ofensiva derivada del talento generalizado facilitó que Navarro pudiese encontrar regularmente tiros cómodos y liberados así como crecer desde el bloqueo directo tanto para elevarse en suspensión como para castigar una mala defensa rumbo al aro.

Solo de blues

Juan Carlos Navarro, NBA, Memphis Grizzlies, 8 triples

La partida de Pau Gasol rumbo a Hollywood en febrero de 2008 dejó a Juan Carlos Navarro completamente solo en la ciudad de Memphis. Inmerso en una dinámica insalvable y que el propio Marc Iavaroni no conseguiría llegar a cambiar pese a los movimientos, el escolta no bajaría un ápice su rendimiento en la segunda mitad de la temporada. 

En ese tramo desde febrero hasta abril vio cómo su figura adquiría un volumen de uso increíblemente superior, forzando sin remedio los lanzamientos y yendo en busca de una vía alternativa a la victoria colectiva que nunca acabaría por llegar. El aumento del volumen ofensivo de Navarro no conllevaría una mejoría estadística, golpeándose directamente con el llamado rookie wall a pesar de todo. Noches de vacío desde la línea de 3 contrastaban con otras actuaciones magníficas de 6 de 9 o 6 de 11. Sin Pau en los Grizzlies, Navarro acabaría dejando unos números no obstante positivos para un jugador de su estilo con 11 puntos, 2,7 rebotes y 2,1 asistencias con 37% en tiros de campo y 31% en triples.

Navarro jamás renunció a ser el tipo de jugador que era por mucho que las cosas se torciesen. No modificó un ápice su técnica ni trató de aumentar artificialmente el despliegue en su juego para alcanzar una posición en la que no podía expresarse realmente como era. El catalán demostró que con sus cualidades y su manera de desenvolverse en la cancha podía mirar de tú a tú a las grandes estrellas de la liga y dejando claro que en este deporte hay espacio para una tercera vía.

El último partido

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Llegados al 16 de abril de 2008 los Grizzlies clamaban por poner punto y final a un año repleto de fracasos. Los jóvenes daban la sensación de poder llegar a liderar el proyecto en un horizonte indeterminado, Rudy Gay seguía progresando mientras que Lowry y Conley no terminaban de coexistir en cancha. El añadido del fracaso que supuso traspasar al jugador franquicia por Kwame Brown y Javaris Crittenton no hizo más que certificar el final del recorrido del proyecto iniciado tres temporadas atrás al calor de los primeros Playoffs.

Navarro afrontaba el último encuentro de temporada regular visitando a Denver Nuggets con la incógnita de qué sucedería con su futuro en la próxima agencia libre. La condición por la cual pudo llegar a la NBA era un salario bajísimo de apenas 500.000 dólares, uno de los ocho peores de toda la liga y muy inferior a lo que podía optar en Europa, razón por la cual su futuro volvería a abrirse en julio en caso de que la experiencia no fuese satisfactoria. "Quiero ganar más dinero y espero conseguir un buen contrato. Mi objetivo es hacer una buena temporada y lograr un largo y buen contrato", diría en declaraciones recogidas en El Mundo.

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Mientras, Chris Wallace reconoció el interés por mantenerle pero consciente de los cambios que era preciso realizar no se mojaba en absoluto. "Es demasiado pronto para hablar del tema. Tenemos que ver como va el resto de la temporada. Es un jugador legítimo de NBA y tenemos interés en él y está haciendo un trabajo fabuloso este año", afirmó.

Quizás solo el propio jugador sabía cúal sería su destino o más bien su decisión cuando saltó al parqué del Pepsi Center por última vez en ese miércoles por la noche. Partiendo desde el banquillo rápidamente se hizo notar con 3 de 7 en sus primeros 15 minutos de juego en la primera mitad con los que mantuvo con vida a los Grizzlies frente al dendaval ofensivo de Anthony y Iverson. Dos fallos desde el triple en el tercer cuarto frenaron en seco lo que parecía otra gran noche del catalán que se despediría de la NBA siendo el máximo anotador del último cuarto con 7 tantos y un tiro desde 8 metros a pase de Mike Conley que pondría el broche final al encuentro y a su periplo por las Américas. 

El amor hacia el FC Barcelona y la frustración de haber experimentado la parte más amarga del mundo NBA con las sucesivas derrotas y el cambio cultural empujaron a La Bomba a rechazar cualquier oferta de continuidad en la liga para regresar a la ACB. "Al acabar la temporada en la NBA, cuando vine de nuevo aquí, sentía impotencia cuando veía los partidos de 'play-off' en el Palau y no podía ayudar al equipo", relataba el catalán en su regreso anunciado el 18 de junio de 2008. "Ha sido una decisión que me ha salido de dentro. No vuelvo por dinero, sino por una razón sentimental. Creo que la mayoría de la gente cree, igual que pienso yo, que vuelve por una cuestión de cariño", reconocía. 

El paso de Juan Carlos Navarro por la NBA es una lección de fidelidad hacia uno mismo, de sinceridad con respecto al talento propio y de paz interior. En 82 encuentros demostró con creces estar preparado para la mejor liga del mundo a pesar de que el contexto no le ayudase en absoluto. Sus 156 triples supusieron la segunda mejor marca para un novato en la historia de la NBA hasta ese momento, solo superado por Kerry Kittles en 1997, una marca que en adelante sería pulverizada por Rudy Fernández (159) y más tarde desvirtualizada con la expansión del tiro exterior y la llegada de una nueva era a la liga.

Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.

Autor/es
Sergio Rabinal Photo

Sergio es productor senior de contenido en las ediciones en español de The Sporting News.